Es un vocablo derivado del latín,
del verbo resilio,
que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar y rebotar.
Ese término fue adaptado a las
ciencias sociales para caracterizar aquellas personas, que a pesar de nacer y
vivir en situaciones de riesgos, se desarrollan psicológicamente sanos
y exitosos.
(Rutter, 1993).
La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para
afrontar las adversidades,
alcanzando un estado de equilibrio emocional y buscando en lo posible salir fortalecidos,
transformados y optimistas. Las personas resilientes van un paso más allá y utilizan las situaciones negativas
para crecer y desarrollar su máximo potencial a
través de lo que se conoce en el proceso esencial del coaching ejecutivo como
la “autoconciencia”.
Hay muchos acontecimientos que nos pueden llevar al límite, interfiriendo y provocando dudas acerca de nuestras fuerzas para sobreponernos y seguir adelante. Emerge entonces que formulemos la siguiente pregunta: ¿Debo rendirme?
Resiliencia significa volver a nuestro estado natural, a lo que se
conoce en el coaching ontológico como el “fluir
transparente de la vida”. Imagina un hierro que durante un movimiento
sísmico tuvo que soportar un desdoblamiento muy fuerte para sostener la
estructura de la edificación. Al final del movimiento pudo resistir y regresar
a su estado inicial, sin causarse daños graves. En el ámbito laboral podríamos precisar que es una habilidad
para recuperarse
de la crisis,
o para absorber el estrés y preservar su lucidez, así como
desempeñarse en un ambiente de riesgo organizacional. Además, permite
identificar oportunidades
en momentos caóticos
y utilizarlos de manera estratégica para evitar frustraciones.
Esta herramienta brinda la capacidad
para adaptarse
y recuperarse de los cambios
bruscos en las organizaciones, en entornos inciertos y volátiles, en donde se
torna esencial la aplicación de un estilo
de liderazgo con estas
características.
En los equipos de trabajo permite comprender que lo que sucede es una
realidad transformable,
que aquella situación que percibes como amenaza puede sortearse con soluciones creativas
colectivas. Busca el apoyo en otras personas que posean recursos
útiles. Ofrece una concentración para identificar las habilidades y no centrarse en el
problema y
sus consecuencias.
Los colaboradores que poseen esta particularidad son más comprometidos y perseverantes en sus acciones, utilizan constantemente la introspección (arte de preguntarse a sí mismo), son independientes en sus decisiones y no ceden a presiones. Poseen una alta capacidad para relacionarse a través de su buen humor y positivismo. Toman generalmente la iniciativa y mantienen la transparencia y probidad en sus actos.
Sin embargo, Zaldivar (1996)
afirma que “al igual como existen ambientes que promueven conductas positivas
y condiciones propicias para la resiliencia,
existen entornos que generan gran tensión en las personas y dificultan su normal desarrollo”.
Este contexto se traduciría en una baja productividad para la organización, una alta rotación
del personal y ausentismo voluntario. ¿Conoces un ambiente similar?
Recuerda que después de la tormenta llega
la calma y los tiempos de crisis se convierten en oportunidades para innovar y
crear.
“Las dificultades preparan a personas comunes para destinos
extraordinarios.” C.S Lewis.
Referencias:
Kotliarenco, M., & Caseres,
I., & Fontecilla, M. (1996). Estado
de Arte de la Resiliencia. Centro de Estudios y Atención del niño y la
mujer. Washington: CEANIM. OPS
Melillo, A., & Suárez, N.,
(2001). Resiliencia. Buenos Aires:
Paidós
Zaldívar. D. (1996). El conocimiento y dominio del estrés.
Ciencia y Técnica